miércoles, 22 de diciembre de 2010

La máscara

Érase una vez una niña preciosa cuyos ojos reflejaban una inteligencia poderosa y una simpatía extraordinaria que hacían enloquecer a todos los que la miraban. Pero la timidez y la inseguridad la fueron venciendo hasta que poco a poco se fue cubriendo de una máscara que la afeaba sólo ante sus propios ojos. Cada vez que se miraba al espejo únicamente era capaz de ver un rostro deformado que provocaba su propio rechazo.
Poco a poco ella misma fue proyectando esa máscara hacia el exterior de tal manera que todos los que la envidiaban por su belleza e inteligencia la iban reforzando creando una capa más gruesa e inaccesible. Pasaron los años y la ya mujer no era capaz de recordar su propio rostro. Sólo existía la máscara y era tan real que no se cuestionaba su inexistencia.
Pero un día todo cambió. Alguien le recordó esta historia y fue capaz de entender que aquél no era su rostro sino uno que había ido construyendo. Esa persona fue poco a poco ayudándola a romper los trozos con mucho cuidado de manera que iba descubriendo sus rasgos. Hasta que finalmente pudo hacer surgir sus ojos y al mirarse al espejo no pudo reprimir el llanto. Era tan bello lo que estaba contemplando que no podía creerse que estuviera viéndose a sí misma.
Y ese día que es hoy esa nueva mujer supo que todos aquellos que cuando la miraban envidiaban su belleza, su simpatía y su inteligencia sólo eran aquellos seres despreciables que a través de los años habían ocultado su rostro para intentar que nadie pudiese disfrutar de él.

viernes, 5 de noviembre de 2010

AMOR

Cuando no importa hablar y al hablar todo es nítido. Cuando todas las piezas encajan con la máxima precisión. Cuando sientes que ya has encontrado la razón de tu existencia porque la tienes ante ti todos los días, vives con y por ella sin importarte nada más que ella, sólo ella y después nada. Cuando tú te haces más grande con su reflejo, con su mirada, con sus palabras, con su sonrisa, porque eres tú mismo en toda tu esencia, sin dobleces, si ataduras, sin trampas. Cuando sabes que vivir de verdad, como poca gente lo consigue, es esto, amar sin condiciones y ser amado como jamás soñaste que podrías serlo. Cuando todo esto existe, lo vives, no importa nada más, no necesitas nada más, porque ya lo tienes todo. Los problemas no son problemas, las debilidades desaparecen, las fuerzas renacen a cada instante, desde la propia felicidad que supone haber encontrado algo tan grande.
Es cierto, no importa hacer regalos materiales. Quizás me haya costado 9 años entenderlo pero lo conseguí. La luz es muy potente. Tenías razón. Porque no hay mayor regalo que el que tenemos, querernos, y todo lo demás es sólo miseria. Cada día a tu lado es un regalo. Cada día que crezco contigo me siento más fuerte, más capaz de todo. Porque sólo tú sabes cómo soy y sólo yo sé cómo eres. Porque los dos somos el mejor equipo que pueda existir y siempre lo seremos. Porque miro a mi alrededor y sólo veo sucedáneos de lo que tenemos. Me siento una gran privilegiada pero sé que los demás no lo saben, no conocen lo que es sentir poder morir en este momento en la más absoluta de las alegrías, sabiendo que todo ha valido la pena porque te he conocido, me has permitido amarte y me has amado de una manera que jamás pensé que podría ni siquiera existir.
Espero que mis regalos sean lo que yo te doy hoy: los muchos días que quiero pasar a tu lado pronunciando la única palabra que tiene sentido en este loco mundo en el que vivimos mirándonos a la cara y sabiendo que todo da igual porque estamos juntos, TÚ.

lunes, 11 de octubre de 2010

Inercias

Cuántas veces, si nos paráramos a pensar, nos daríamos cuenta de que lo que creemos decisiones son simples inercias. Realmente, ¿hemos tomado muchas decisiones en nuestra vida o hemos dejado que las circunstancias lo hicieran por nosotros?
Creo que cuando en verdad empezamos a darnos cuenta de que estamos empezando a hacerlo, a decidir, podemos mirar a nuestro alrededor y comprobar que la mayoría no hace más que dejarse llevar. Lo que llaman vida es un suceder de acciones en el que, como mucho, escogieron levantarse de la cama y seguir en ella dejando que todo ocurriese sin más. Creen haber escogido sus amigos, sus estudios, sus trabajos, sus parejas, sus hijos, ... ¿De verdad se lo creen? Sí, por lo que veo sí. Pero tienen los amigos que se encontraron y que simplemente estaban ahí cuando vivieron determinadas circunstancias, llámale colegio, instituto, carrera, marchas, sin haberse cuestionado nunca qué les une, qué comparten, por qué siguen con la farsa, con la inercia. Estudiaron lo que más o menos les dijeron, o no les dijeron, lo que los demás hacían, lo que quedaba, lo que sonaba más guay, sin reflexionar si realmente aquello les gustaba para llenar un futuro o, más que eso, un conocimiento anhelado. Trabajan, si pueden, en aquello que apareció en sus vidas un día porque estaban en una bolsa, en una ETT, conocían a alguien, aunque fijaos que esto hasta me parece bien en los tiempos que corren (otro tema: ¿realmente es importante el trabajo fuera lo que supone de simple sustento para poder vivir realmente?). Lo que llaman amor es una relación de incluso bello inicio pero desarrollo imaginario y fabulado y fin en la mirada de dos desconocidos que ni comparten metas, ni ideología, ni intereses, ni la misma manera de amar. Y tienen hijos... sin saber, sin haberse planteado nunca, qué significa tenerlos.
Me siento muy afortunada porque hace un tiempo empecé a decidir. Y, por encima de todo, quise que estuviera a mi lado sólo la gente que realmente quería que estuviese con muchos momentos de soledad, de dolor, de ansiedad, y finalmente de alegrías. A veces cuesta mirar a alguien a los ojos y ver que no te interesa lo que te ofrece. Puedes tenerle mucho cariño, incluso quererle, por qué no, pero saber que no te hace feliz estar a su lado, tenerle en tu vida, por muy diversos motivos. Y siempre resulta maravilloso observar a los que amas, "aunque" sean muy pocos, y sentir que con ellos tu vida está tan llena de sentido que no necesitas nada más para ser feliz. Yo he encontrado el sentido de mi vida en mi propia afirmación como persona, queriéndome a mí misma, y no lo hubiese conseguido si no hubiese decidido quién quería que estuviese a mi lado para compartirlo.

lunes, 20 de septiembre de 2010

El principio del fin

Muchas veces deseamos algo con tanta fuerza, creemos que será tan maravilloso conseguirlo, que estamos seguros de que, si algún día lo logramos, seremos las personas más felices del mundo. Recuerdo muchos de esos momentos. También vividos por personas cercanas. La verdad es que siempre suele pasar lo mismo: has invertido tanto tiempo y esfuerzo en alcanzar esa meta, has sufrido tanto hasta llegar allí, que cuando lo consigues, cuando ya has llegado, todo es como... ¿ya está? ¿esto es todo? No hay tanta pasión ni tanto sentimiento. Uno se ha ido vaciando por el camino. La ilusión se ha transformado en lucha y la lucha en cansancio. Y a veces el cansancio puede ser tan fuerte que no te permite sentir nada más.
Algunos de los días más tristes de mi vida han sido aquellos en los que ETA ha matado. Tengo tantas escenas grabadas en mi mente que puedo cerrar los ojos y evocarlas sin dificultad. Recuerdo el dolor, su expresión, la rabia, la desesperación. Y sobre todo me acuerdo de la sensación de que aquello no acabaría nunca, de que no podría ver al final o que al menos llegaría tan tarde que ya ni recordaría todo lo sucedido.
Mañana parece ser que ETA va anunciar un alto al fuego permanente. En cualquier proceso de desarme terrorista cuando llega un día así se considera el principio del fin. Esta vez, escribiendo estas líneas, quiero ser muy consciente de lo que siento. Quiero asomarme a esas muchas escenas que hemos sufrido durante tantos años y evocar todo lo que hemos perdido, a todos los que se han ido y a los que se quedaron. No quiero olvidarme de nada ni de nadie.
Si todo va bien y esto realmente es el final, no quiero sentir esa sensación de cansancio. Nos ha costado demasidas lágrimas y demasiado dolor como para no disfrutar de este momento. Estamos mucho más cerca, quizás más que nunca. Puede que en no mucho tiempo toda esta sinrazón acabe y no haya más crímenes. Puede que éste sea el principio del fin y quiero darle el recibimiento que se merece: demos la bienvenida a la esperanza y a la paz. Aún quedan otros muchos frentes por los que seguir luchando.

domingo, 12 de septiembre de 2010

El tren

Supongo que nunca se sabe cuándo es el último o el que no deberíamos dejar pasar. Y ahí está la gracia.
Aquel día ella sabía muy bien que tenía delante uno al que se quería subir. Le gustaba el destino y el camino que debía recorrer para llegar. No es que fuese sencillo ni cómodo. De hecho era más bien duro. Pero podía fomar parte de un sueño y quería intentar alcanzar su parada final.
Cuando puso el pie en el primer escalón sintió un ligero mareo. Casi perdió el equilibrio. Por un segundo intentó agarrarse a alguien que le ayudara pero no encontró a nadie. La verdad es que le sorprendió porque esperaba buena compañía en ese viaje. Pero no era así. Estaba sola.
Aún así decidió continuar. No era un viaje directo. Tuvo que hacer diversas conexiones, replantearse la ruta, superar accidentes, baches, contratiempos. Aprendió tanto en el camino que descubrió en sí misma a alguien que no conocía.
Y finalmente, cuando llegó a su destino, recordó algo: muchos lo habían intentado y habían sucumbido en el viaje. La mayoría no había podido superar los problemas encontrados, aquellos que les cegaron el camino por el que debían avanzar. Pero ella, en cada dificultad, había recordado lo mucho que valía la pena el esfuerzo, la meta final. Y cuando al fin llegó, cualquier posible duda se esfumó ante la certeza de lo conseguido. Era feliz.

miércoles, 25 de agosto de 2010

25 de agosto

Sólo puedo repetir lo mismo que hace un año, abuelo. Te echo mucho de menos.

http://despiertelalmadormida.blogspot.com/2009/08/mi-abuelo.html

sábado, 21 de agosto de 2010

Sigo en la luz... pero a veces es duro

En ocasiones resulta curioso tener mucho que decir y poca capacidad para hacerlo. Uno se cree que domina el verbo, al menos medianamente, y éste vuelve una y otra vez para recordarle que es mucho más complicado de lo que parece. Vamos a ver si lo conseguimos esta vez.
En la luz no todo a veces es luminoso. Puede haber zonas de claroscuro. Porque la luz también te permite ver lo que antes no habías visto y puede no resultar muy hermoso. Es más, puede que lo que antes creíste terriblemente hermoso se torne en una belleza algo más común. Y, como no, me refiero a las personas. Porque está claro que es lo más importante que tenemos en la vida aunque a muchos se les olvide con demasiada frecuencia.
La cuestión es que desde la templanza y la extraña sensación de felicidad que proporciona la luz, observas los errores desde otra perspectiva. Y puedes ver cómo te rodean relaciones imperfectas que antes pensaste extraordinarias. Puedes incluso detenerte contemplando cómo personas que pensaste que nunca te fallarían y que te antepondrían ante cualquier cosa y casi cualquier persona... se han arrugado a las primeras de cambio. De hecho, seguramente serán personas que tú mismo antepusiste ante cualquier cosa y casi cualquier persona. Pero ellos no son tú.
Generosidad. Es uno de los valores que he encontrado en esta luz. He descubierto que me había apoderado de ella poco a poco y que ya era mía como nunca lo había sido. He conseguido dar desde el amor lo que nunca pensé que podría dar. Y desde la luz puedo ver cómo vence el egoísmo en la mayoría de las personas. No son capaces de sacrificar ni la más mínima trivialidad material por las personas que supuestamente quieren. Hablan de COSAS, ocupaciones, como obstáculos que no les permiten hablar, relacionarse, amar. Incluso te hablan de tu generosidad como el tremendo error que cometes al olvidarte de ti mismo. Siento deciros que os equivocáis. Cuanto más piensa uno en sí mismo, en su propia felicidad, y más feliz consigue ser, más generoso es. Qué pena que seamos tan pocos los que encontramos la luz. Te sientes tan solo que duele. Al menos te tengo a ti, que no es poco.

domingo, 1 de agosto de 2010

Perspectiva

Estoy terminando mis vacaciones. Pues sí, todo lo bueno se acaba, o eso dicen porque yo no lo tengo muy claro... Pero bueno, la cuestión es que estos 22 días hábiles que terminarán el martes han sido muy provechosos para mí. Y de hecho espero que aún lo sean los 2 que quedan. No sólo he descansado muchísimo y he desconectado absolutamente del trabajo (bueno, vale, he estado conectada vía correo electrónico, pero mi mente no estaba allí), sino que he aprendido muchísimo y, como digo yo, aunque puede que un poco tarde, he visto la luz. Incluso he tomado decisiones que nunca pensé que podría asumir.
Y es que a veces hablar con una persona sobre algo que te repiten muchas otras te da la perspectiva que necesitas. Y hoy me la han dado. Es verdad que ya estaba predispuesta, pero así ha sido. Tal vez el cariño del tono, la intención, ... no sé, algo ha habido que me ha sacado de una oscuridad algo extraña que me rondaba desde hacía unos meses.
Quizás me he dado cuenta de que existen más ramas en el árbol. Quizás no todo es como la gente dice. Quizás uno debe valorarse más de lo que piensa. La cuestión es que he entendido que los errores del pasado se repiten cuando tú dejas que sea así. Yo puedo decidir lo que quiero que suceda y cómo quiero que suceda. Puedo establecer cuándo quiero que alguien sea importante en mi vida y cuando no. Puedo incluso conseguir que lo que me diga el resto del mundo no me afecte lo más mínimo. Eso sí, si algo permanecerá siempre estable en mi vida es la importancia que le doy a las personas a las que quiero. Estoy orgullosa de poder decir que hace tiempo que no dejo que nada se interponga ante nadie que me importe. Nada.
Y por eso estoy orgullosa de lo que he conseguido este mes. Además de haber logrado purificarme de alguna actividad ociosa inútil y haber ampliado mi cultura lectora, hoy soy más adulta y menos la niña asustada que se esconde tras la apariencia del monstruo. De hecho hoy me da igual que alguien vea un monstruo cuando me mire porque yo sé quién soy cuando me miro al espejo, qué quiero y cómo lo quiero. Y es posible que existan personas que no lo conseguirán nunca. Ha valido la pena bajar a los abismos...

lunes, 26 de julio de 2010

Monstruos

Ha habido muchas circunstancias en mi vida que me han hecho dudar de mí misma. A los que tenemos algunos problemas de autoestima o hemos padecido momentos vitales que nos han hecho sentir el rechazo o el abandono, nos resulta demasiado fácil percibir a veces que no somos aceptados tal y como somos. Pensamos que aquellos para los que creemos que somos importantes ya no lo sienten así por algo que hemos hecho o dicho y la culpa se cierne sobre nosotros como una losa.
Es entonces cuando nos sentimos muy muy pequeños. Nos da pánico que nos vuelvan a abandonar por ser como somos, por decir lo que pensamos o manifestar lo que sentimos. Nos produce terror volver a sentir el desgarro que supone tener que dejar de querer a alguien y volvemos a encerrarnos en nosotros mismos para intentar no volver a querer. Nadie sabe lo que se sufre con ello si no ha vivido nuestras experiencias o no tiene esa diferencia que nos hace para algunos ser especiales y para otros unos monstruos.
Cuando pasa un tiempo ese miedo se supera un poco y volvemos a intentar quitarnos la coraza para que alguien nos vea como somos. Pero es tan difícil que a veces parece imposible. Hay momentos de flaqueza en que vemos fantasmas donde no existen pero que se parecen mucho a otros que sí fueron reales. Y entonces se cierne la oscuridad y no hay salida.
Confianza. Qué difícil es entregarla y en qué hermoso regalo se puede convertir. Podemos pasarnos la vida sin darla, pero cuando lo conseguimos, cuando os la damos, intentad cuidadla. Nosotros, los monstruos, intentaremos dejar de parecerlo. Porque en realidad, si os fijáis bien, no somos más que unos niños asustados.

martes, 13 de julio de 2010

Mi serie favorita

Acabo de verla y me ha vuelto a dar una lección. Y porque me afectan tanto las cosas que la gente no me entiende, lo tengo que dejar por escrito. Para que se convierta en algo real que poder compartir.
Invertir nuestro tiempo, nuestra vida, en querer a los que queremos y en demostrárselo cuanto podamos es la mejor decisión que podemos tomar. La única que dará sentido a todo lo que vivimos. ¿No os dais cuenta? ¿De verdad podemos pasar el resto de nuestros días sin ser conscientes de ello? Vivimos minutos, horas, días, semanas, meses, años haciendo cosas inútiles, cosas que no significan nada. Claro que hay que trabajar para sobrevivir, para sustentarnos, pero para nada más. Y es la única obligación que debemos imponernos. Las demás que las marque nuestra ética. Pero además de ésa, lo vuelvo a repetir ¿cuántas veces cumplimos con compromisos que no deseamos?
Hace poco hablaba de ello con mi psicóloga, y el problema es qué ética definimos en nuestras vidas. Estoy harta de ver cómo a mi alrededor la gente construye un mundo de deberes que no tienen nada que ver con ser felices, con amar y ser amado. Nos parece mal dedicarle tiempo a alguien que nos dice que nos ama, pero podemos ver la televisión como pasmarotes durante horas, pasar días con gente que no nos interesa en absoluto, sólo porque pensamos que está bien así, porque lo hace todo el mundo, porque son "amigos" que hay que tener. Qué lógica tan aplastante.
Paso horas pensando. Sí, pensando. Hay gente que cree que es malo para la salud. Es muy posible. Pero yo me paso horas intentando entender qué hago mal, qué es lo que no me permite vivir en mi minoría sin que me afecte el mundo exterior. Y sé lo que es: son las obligaciones, los prejuicios y los esquemas que me impone el mundo y que no me gustan los que me están ahogando. Está mal dedicar el tiempo a quien nos ama y amamos de una forma que los demás consideran desproporcionada. Está mal decir que no a peticiones de nuestra familia y amigos de dedicarles tiempo en el que "simplemente" querías ser feliz con quien tú decidieras. Está mal sentir dolor al ver el telediario, llorar por el mal ajeno, expermientar la pena de los demás como propia, aunque sea la de personas que viven en países que nunca conocerás o en barrios en los que seguramente nunca vivirás. Está mal pensar en las minorías porque ellas no son la mayoría.
Sólo tenemos una vida y yo quiero seguir mi propia doctrina: quiero vivirla como yo quiero. No soporto que me impongan obligaciones que yo no he querido asumir, interpretar papeles que no me corresponden. A veces todo se resume en decirle a alguien "te quiero" y pasar todo el tiempo que podamos escuchando su voz, leyendo sus palabras, mirándola a los ojos. A veces todo se resume en un "yo a ti también". Y pensad que no hay tanta gente a la que se lo podamos decir. Quizás no sea tan difícil y costoso dedicarles nuestra vida.

Ya quisiera yo

Os iba a contar lo que me pasa últimamente, pero creo que no me voy a esforzar en decir lo que alguien ya ha escrito. Éste es mi problema de un tiempo a esta parte: no puedo aislarme de mi entorno y éste me hace sufrir de una manera poco común. Pero ya lo dijo Ismael Serrano:

Ya quisiera yo ser librepensador,
no oír el rugir de tripas de tantos, ni su llanto, ni su dolor,
establecerme correcto, filósofo, neutral, independiente,
manejarme bien con toda la gente.

Ya me gustaría a mí alinearme con los no violentos,
regalar flores, descalzo, arrancadas de algún tiesto,
sin tener que poner la otra mejilla para nadie,
a no ser amenazado por ningún indeseable.

El caso es que me afectan las cotidianas tristezas,
la de los supermercados, la del metro y las aceras,
también las que me quedan lejos,
las de los secos desiertos, las de las verdes selvas.

El caso es que me parecen buena gente,
algunos luchadores del ocaso,
que se parten el pecho por ser escuchados,
que morirán en alguna esquina, tiroteados.

Quisiera ser más listo, pasar de largo,
saberme libre de culpa y limpio de pecado,
y ser alma caritativa, Maria Goretti o santa,
sufrir sólo un poquito, sólo lo que Dios manda.

No entender de política, ni de sus actualidades,
convencerme que es red de araña, nido de alacranes,
y mutilar mi alma y mi esencia de animal social,
saberme superior a tanta frivolidad.

El caso es que me afectan demasiado,
la tristeza de los suburbios, el drama urbano,
saber que seremos caníbales dentro de poco
y que no habrá carne suficiente para todos.

El caso es que me afecta, quizá más de lo normal,
tener tanto miedo al cruzar mi portal,
ver que arde mi ciudad o que sangra el asfalto.
Quizá debería ver menos el telediario.

Quisiera ser más listo, adoptar bien la pose,
librarme de etiquetas, hasta la de hombre,
y entender que sólo yo me entiendo
y que no me entiende nadie,
ser un buen ciudadano formal y respetable.

Omitir de mis canciones
palabras como: compañero, obrero,
justicia, guerrilla, paz, hambre o miedo,
y hablar del amor, de cosas bonitas, de mis recuerdos,
contar alguna anécdota graciosa
de cuando era quinceañero.






lunes, 14 de junio de 2010

Hace 4 años

No, en realidad aún no hace 4 años. Fue el 16 de junio del 2006. Jamás se me olvidará. Sé lo que estaba comiendo cuando recibí esa llamada, dónde estaba sentada, ... ¡Qué raro! No era alguien que me llamase, precisamente, muy a menudo. Algún sms pero poco más. De hecho, no hacía ni una hora que la había visto. Vamos, la veía cada día porque era mi compañera en el registro.
Pues sí, era ella. Y lo primero que escuché tampoco lo olvidaré nunca: "Enhorabona!" No sabía de qué me estaba hablando. En unos segundos me explicó que acababa de ver las listas de aprobados. Sí, lo había conseguido. Algo que jamás me había planteado. Era técnico superior y ni siquiera me había imaginado hacía unos meses que ésa iba a ser mi oportunidad. Empecé a llorar y se lo grité a Víctor. Fue corriendo al ordenador para verlo con sus propios ojos y yo detrás de él. Hasta que no vimos mi nombre y la nota no nos lo creímos del todo. Siempre tan recelosos con estas cosas.
En ese momento tampoco dejé de estudiar. Preparé alguna locura más, inicié incluso un proyecto... Porque hasta ese día, el 16 de junio del 2006, jamás había dejado de estudiar. Fue como si todo me hubiese conducido ahí, a ese momento. El culmen fueron las 3 oposiciones seguidas viéndole la cara más hermosa a ese terrible proceso de 3 años en cada una de ellas. Todo el esfuerzo había valido la pena...
Y ahora tengo que aguantar que haya gente que me dice que es justo que me bajen el sueldo por ser funcionaria. Gente que, por supuesto, no sabe lo que hay detrás de una oposición, los nervios, el sueño, las lágrimas, la ansiedad... las horas encerrada en casa. La parte de tu vida que, en definitiva, sacrificas por esa meta y que nunca podrás volver a recuperar.
No lo puedo evitar. Cuando pienso en ello siempre me viene a la mente tu propio sacrificio, tu ayuda. Gracias a ti soy lo que soy y he conseguido lo que tengo. Sin ti jamás podría haber sacado esas plazas ni podría celebrar esos 4 años que hace del final, tomando pasado mañana posesión de la plaza que creo que nos hemos ganado. Gracias una y mil veces. Y como me dijo ese mismo día en esa llamada mi compañera: "Enhorabona a tots dos, perquè aquesta plaça l'heu guanyada tots dos". No lo dudé ni un momento. Te adoro.

domingo, 23 de mayo de 2010

Sentimientos

Qué difícil resulta a veces explicar un sentimiento. Puede tener una intensidad tal que condiciona el día a día de tu propia vida y ser tan claro para uno mismo que resulta complicado entender que el resto no lo vea. Pero ocurre. No lo ven. Y puede que necesites su ayuda para sobrellevarlo, para vivir con él sin ahogarte en lo que significa, e incluso para librarte de él. Puede que incluso hayas pedido esa ayuda. Pero qué difícil es que alguien ajeno a él lo entienda.
Llevo unos días buscando aire, buscando un aliento que me infunda la fuerza que necesito para convivir con este sentimiento. Llevo unos días dando indicios de que no puedo con él a las personas que quiero para que me ayuden. A unas de una manera, a otras de otra, pero... qué difícil es que alguien te preste ayuda sin intentar entender qué te pasa. Qué difícil suele resultar a la mayoría empatizar con una situación y un sentimiento que nunca han vivido.
Cuando lo hacen, cuando te tienden su mano sin preguntas ni reproches... es maravilloso. Puede que te resulte insuficiente, pero es la base desde la que intentar trepar desde la oscuridad, desde la soledad y desde el silencio. Pero cuando no lo hacen, cuando ya no sabes cómo pedir ayuda sin dejar soltar un grito, cuando ves que por no entenderlo sitúan las piezas de su vida delante de tu propio rostro, de tu propia súplica... es terrible. Creen que el tiempo es relativo, que no juega en tu contra, incluso todo lo contrario. Y duele tanto que al final consiguen el efecto contrario: hacerte más víctima del sentimiento cuando podrían salvarte de él.

domingo, 16 de mayo de 2010

Vacío

Su cara era de terror. Hacía mucho tiempo que no sentía tanto dolor. La había pillado por sorpresa, pero no por eso era menos consciente de su intensidad. Otra vez un hospital, otra vez los médicos examinándola y decidiendo qué prueba hacer. Parecían tan perdidos... o al menos ella ya estaba acostumbrada a ver esa expresión en sus rostros. No podían mentirla con palabras porque leía perfectamente lo que decían sus ojos.
Él no hacía más que agarrarle la mano. Que ya era mucho. Sentía su presencia y su propio dolor. Otra vez los ojos, pero por dentro, como para tranquilizarla, como para no hacerle ver que el pánico se estaba apoderando de él. Ella lo sabía porque eran uno y en eso, a pesar de todo, a pesar de su deseo de ocultarlo por su propio bien, no podía engañarla.
Pero esta vez había algo más. La sensación de soledad la envolvía sin tener derecho a ello. Era como si supiese que aquello no lo iba a superar. Mentalmente no. El dolor era demasiado fuerte y las soluciones demasiado vagas. Sabía que la que vencería al fin y al cabo sería ella, la soledad. Y el vacío que la envolvería, a pesar de todo, a pesar de todos, nadie podría llenarlo.

martes, 11 de mayo de 2010

Ser de cristal

Hay dolores mucho peores que los físicos. Eso lo aprendí hace tiempo. Y a pesar de que estos últimos me están castigando demasiado últimamente, sigo reafirmándome: es mucho peor el psíquico, el emocional. Hoy he vuelto a llorar por querer demasiado y darme cuenta de que me he equivocado.
La persona que mejor me conoce siempre me dice que soy de cristal. Ni siquiera la gente que cree saber quién soy es consciente de lo frágil que puedo llegar a ser. Una palabra dicha con más rabia de lo normal, la indiferencia a la emoción, un rechazo por mínimo que sea, un cambio de tema cuando se está hablando de sentimientos, una conversación inacabada y sin solución, cosas que para la mayoría no son importantes a mí me van quebrando por dentro y llenándome de dolor.
Por eso las lágrimas. Porque duele. También se piensan que porque vierta muchas no son sentidas. Pero duele ser de cristal. Tanto que a veces preferiría romperme ya en mil añicos para no sentir más este sufrimiento.
Pero este ser de cristal también es transparente. Puede ser complejo pero se le ve venir. Si se le presta atención se puede observar muy bien cuándo se está resquebrajando, cuándo está a punto de partirse, cuándo no aguanta más el dolor. Y, por supuesto, siempre y por encima de todo, necesita los cuidados que él mismo da, la belleza que él mismo transmite, la nitidez, la honestidad. Porque nada se esconde en él, ni para bien ni para mal. Cuando te deja entrar ya no hay vuelta atrás: todos sus secretos se vislumbran claros y enérgicos.
Hoy se me ha roto otro trozo y me ha hecho pensar que voy a tener que ser más egoísta y protegerme de aquello que me duele. No sé si lo conseguiré porque realmente lo que deseo es que, simplemente, no me vuelvan a hacer llorar.

sábado, 24 de abril de 2010

La rosa blanca

Los gestos pueden tener miles de significados. Tantos como nosotros queramos. Que alguien te regale una rosa blanca, dependiendo de quién sea, en qué momento lo haga o cómo lo haga, puede ser algo tan bello como doloroso.
Dicen que simboliza guardar un secreto. Ayer cuando me la dieron, con el propio gesto que acompañó a su entrega, parecía eso, sólo un secreto. No podía parecer un regalo, ni saberse de quién procedía, ni por qué me la estaba regalando.
Horas más tarde me enteré de la esencia de ese gesto. Parece ser que puedo ser la guardiana única de muchas revelaciones y sentimientos. Eso me honra. Pero ¿cambió algo el momento en el que fue entregada? En parte sí y en parte no.
Soy una persona a la que los gestos la emocionan en su más íntimo detalle. Un beso en la mejilla, una caricia en la mano, un abrazo o una mirada, me pueden hacer temblar como una hoja a punto de caerse. Imaginaos un regalo así... Pues resulta que en ese momento me dolió más que otra cosa.
Todo va a cambiar a partir de ahora. No podemos evitar que las cosas sucedan y modifiquen lo que tenemos y lo que sentimos. Si todo pasa como yo temo, esa rosa blanca será el reflejo de un recuerdo. Sus pétalos, cuando caigan, quedarán entre las páginas de otro libro regalado que fue parte de una despedida y que, por ello, no podré volver a abrir. Si me estoy equivocando, y ojalá sea así, esta foto, esos pétalos y ese libro evocarán en mí, hasta que tenga conciencia de mí misma, la amistad más bella que he tenido nunca en mi vida.
Así que esta entrada va para ti. Para que cuando hagas algo o cuando no hagas nada sepas que siempre, siempre, tendrá una consecuencia en lo que somos, en lo que soy. Es el precio de ser mi amigo. Tendrás que decidir si estás dispuesto a pagarlo.

lunes, 19 de abril de 2010

Tristeza

La verdad es que nunca sabes cuándo va a aparecer. Ni siquiera cuándo considera finalizada su visita. Pero no se olvida, no, siempre acude varias veces en tu vida. Unas se queda más tiempo. Otras son visitas fugaces de ésas de las que casi ni te enteras. Días malos en los que observas su reflejo en un espejo sin saber muy bien si va a entrar o sólo se te queda mirando desde la puerta.
Pero cuando decide quedarse, pasa un día y ahí está, pasan dos, te despiertas y sigue ahí, sentada a los pies de tu cama, dispuesta a amargarte el día con su presencia desde que tomas consciencia de ti mismo... Cuando eso pasa no hay salida. Incluso hay momentos en que se pega tanto a ti que aparece en tus sueños para dejarte sin aliento y sin fuerzas.
Ella y yo nos hemos visto las caras más de una vez desde muy niñas. Nos conocemos bien. Hemos compartido plato, vaso, cama y muchas, muchas lágrimas. Demasiadas. Hacía tiempo que no la veía pero ha tenido que aparecer otra vez. Maldita sea una y mil veces. Conoce mis debilidades y aprieta donde más duele, en la sensación de cansancio, de no poder más, de abandono, de pérdida. Me vuelve a robar aquello que consideraba importante para dejarme desnuda ante ella y reírse de mi debilidad.
Sí, de qué te ríes hija de puta, me has vuelto a vencer, a colocarme de rodillas ante ti, ante tu carcajada ruidosa y frenética. No te esperaba. Me has atacado por la espalda. Esta vez pensaba que no lo conseguirías pero lo has hecho. Me he vuelto a confiar y me han vuelto a herir de muerte para que aparecieras tú con toda tu fuerza.
Pero esta vez tengo una pequeña esperanza. Tengo una amiga nueva. Siempre ha estado ahí pero tímida e insegura, y nunca la había usado contra ti. Se llama Vida y es la que me enseña. La que con el paso de los años me hace más sabia y más fuerte. Puede que me cueste sacarte de mí pero lo conseguiré con su ayuda. Y cuando lo haga, aunque sé que volverás, me reiré en tu cara y te maldeciré como lo que eres, una intrusa. No sé cuando será, pero lo conseguiré...

miércoles, 14 de abril de 2010

14 de abril

No hace demasiado tiempo que me di cuenta de lo que realmente significaba esta fecha. Hoy soy más que consciente y por eso la celebro. El sabor es agridulce, pero hoy es un día de fiesta para mí. Celebramos la mejor forma de gobierno que ha existido nunca en este estado, la más democrática, la más justa. La que el pueblo estableció y los fascistas destruyeron. La de los ideales de igualdad, de educación y de respeto.
Hoy se me llena la boca de orgullo al proclamar mi condición de republicana convencida. Pero siento la pena de lo que nos robaron. Como muy bien han proclamado muchos de los más prestigiosos sociólogos e historiadores, si España hubiese seguido siendo republicana sería, especialmente a nivel cultural, de desarrollo social, uno de los países más fuertes del mundo.
Pero nos la quitaron, esos mismos que casi 80 años después siguen obstaculizando el conocimiento de la verdad, de lo que ocurrió, de la memoria. Nos la quitaron y yo hoy tengo que vivir en un país con unos déficits democráticos, sociales y culturales de los que me avergüenzo.
Me gustaría que la Tercera República Española no fuera sólo un sueño, que fuera nuestro legado a las generaciones futuras, y que este pueblo, a veces tan inculto y otras tan extraordinariamente hermoso, supiera toda la verdad, conociera la realidad de lo que fue la Segunda República Española, descubriera cómo nos la robaron los que hoy se llaman demócratas, y honraran a todos aquellos que lucharon por la defensa de un sistema que se escogió desde la libertad.
Por todo ello hoy brindo, Por la Tercera y por los que defendieron la Segunda.

jueves, 1 de abril de 2010

Susto

Hace días que me apetece escribir sobre algo y no sé muy bien cómo hacerlo. Unas entradas atrás ya expliqué que estaba falta de hierro. Pero la cosa no ha sido ni está siendo tan sencilla. No me interesa esta vez pasar un parte, más bien quiero intentar ordenar mis ideas por escrito para intentar aclararme.
Sé que más de una vez he reflexionado en este espacio sobre lo que realmente importa. En mi vida, desde hace un tiempo, siempre intento situar en un primer plano aquello que realmente es su propia clave, su esencia. Lo intento, y de hecho pienso que lo consigo. Pero parece ser que no es exactamente así. He recibido una señal más (no es la primera) de que algo no iba bien. Mi mente se ha rebelado contra mí misma y me ha advertido, a través de su medio, del cuerpo, de que estaba haciendo algo mal. He captado el mensaje... pero no sé qué hacer con él.
Cuando uno se encuentra mal y realmente no sabe lo que tiene incluso con un diagnóstico, cuando sabe, presiente que aquello no lo es todo, que hay algo más, la impotencia que siente es demoledora. Los médicos te dicen: toma esto, pero aquello no funciona. Y tu intuición te hace sentir que hay algo escondido que no pueden ver. Afortunadamente ahora mismo sé lo que es, creo que esta vez no se equivocan, y por eso estoy aquí en estos momentos. Pero... ¿tiene solución?
No lo sé. No sé qué debo hacer. No sé si debo cambiar los factores externos o intentar adaptarme. Pero tampoco sé si sería capaz de hacer esto último. Ahora mismo no me siento con los apoyos suficientes como para seguir porque los que tengo son externos a la situación y, por tanto, no suficientes. Porque en el momento en que se me vienen las circunstancias encima y no hay nadie que me ayude a soportarlas sé que esto que me pasa ahora o algo mucho más grave surgirá y me derrotará.
Lo más curioso de todo es que si menciono la palabra "estrés" alguién dirá: ¡ah! ¡es eso! ¡menuda chorrada! ¡todos tenemos! Pues lamento decirles, señores, que no todos los niveles son iguales y que es una tontería tan grande que incluso puede llegar a matarte. Por eso estoy en la situación en la que me encuentro ahora, sin saber qué hacer ni cómo explicarlo. Y con un susto que nadie me quita de encima.

sábado, 27 de marzo de 2010

El click

Estoy en las últimas pero me apetece contar algo. No sé si las formas serán las adecuadas, pero como este espacio es mío a quién le importa.
El click. Así llamo yo a algo que no sé si os ha pasado alguna vez. Me suele ocurrir con las personas, pero supongo que también se podría aplicar a algunos hechos o circunstancias. Se produce cuando algo que creías correcto, bueno o incluso hermoso, de repente un día te das cuenta de que no lo es tanto. Se rompe algo en tu cabeza. Es como si se desprendiera, pero desde el conocimiento antes autonegado de que ya estaba roto. Os habrá ocurrido más de una vez que os autoengañéis con algo o con alguien, ¿no? Es como si lo quisierais tanto que negarais la evidencia, incluso el hecho de que os estuviera haciendo daño. Y mucho. Pues ese momento en el que os dais cuenta de la auténtica realidad es el click.
A veces puede ser una palabra, un hecho o una omisión. La última creo que es la que más duele. Ésa sí es con personas. Es cuando te das cuenta de que te han fallado. Pero sólo pasa con ésas a las que has dado muchas oportunidades, porque si no no es un click, es una simple putada. El click duele más, pero no en el momento en que se produce, sino al día siguiente. Porque es cuando sabes que no hay marcha atrás. Esta vez no. No valdrán excusas ni las famosas circunstancias. Ya no se puede hacer nada porque esta vez no tiene arreglo: se ha roto en pedazos...

PD: Esta entrada la escribí hace una semana aunque la haya publicado hoy. Ahora mismo me cuesta escribir una frase bien encadenada... Como sigo pensando lo mismo, ahí queda.

jueves, 11 de marzo de 2010

Circunstancias

Cuántas veces nos escudamos en ellas para dejar pasar momentos de la vida, personas, que nunca volverán. Cuántas veces hemos creído profundamente que nos daban la base suficiente como para refugiarnos en ellas y escondernos de todo aquello que creíamos excluyente. Esas circunstancias eran lo más importante, tenían un gran peso, nadie lo discute, pero nos dejábamos todo lo demás, fuese lo que fuese.
Ellas siempre pasan. Siempre. Un buen día desaparecen, las superamos o nos superan, pero desaparecen. Y nos volvemos a mirar atrás y vemos los restos de todo aquello que dejamos. Esos momentos que nunca volveremos a vivir, esas personas de las que nunca volveremos a disfrutar. Es cierto. Por poco que nos guste todos hemos perdido cosas por hacer prevalecer una circunstancia de nuestra vida que nos ha cegado ante todo lo demás.
Pero voy a enfocarlo de otra manera: hace 6 años 191 personas dejaron de existir, y con ellas todas sus circunstancias. 191 personas dejaron de hacer todo aquello que iban a hacer durante el resto de su vida. Pero también todo aquello que pudieron haber hecho en su pasado y no hicieron. Quizás deberíamos dedicar unos segundos de nuestra vida, hoy 11 de marzo, a dejar las circunstancias a un lado y pensar si se nos está olvidando algo importante, algo que deberíamos hacer hoy mismo, algo que deberíamos decir hoy mismo. Pensadlo por un momento, si me permitís que os lo diga. Quizás aún podáis recuperar algo que estéis perdiendo. Quizás aún podáis evitar o arreglar un error. O quizás ya sea tarde.

sábado, 6 de marzo de 2010

Impaciencia

Supongo que la paciencia no es una de mis virtudes. Bueno, más que suponerlo digamos que lo sé. Ayer me pasaron ese líquido marrón al cuerpo, a mis venas, y pensé: éste es el principio de la recuperación. Me sentía algo mejor y, como siempre, esa pequeña sensación me hizo pensar que ya era capaz de algo más. Quizás podría hacer funcionar un poco a mi cuerpo. Quizás éste fuera capaz de algo que hace un par de meses era cotidiano y hace dos días imposible. Supongo que alguien más sensato pero también menos cansado de tanto cansancio no hubiera pensado igual. Pero estoy tan harta... Así que me equivoqué y llevo 24 horas sufriendo las consecuencias de un error.
He sentido rabia, tristeza e impotencia. Cuando te sientes atrapada en un cuerpo que no responde ni a la simple orden de ponerse en pie la sensación de inutilidad puede ser espantosa. Pero creo que ésa es precisamente la causa de que ayer me creyera un poco más capaz, de que apostase por emprender una insignificante y ridícula actividad cotidiana.
Y encima hoy es nuestra aniversario de boda. Seguramente el peor que he tenido hasta ahora, pero seguro que vendrán mejores. Lo siento cariño. Al menos podemos estar juntos y sé, sabemos, que eso es lo que importa.

viernes, 19 de febrero de 2010

La pelota

No dejaba de rodar por el suelo entre piernas fornidas y sucias o de volar por los aires de mano a mano impregnándose de sudor. No es que no estuviera acostumbrada, pero ocurría algo especial ese día. Los gritos eran diferentes, el aire era más denso a la vez que limpio, los cánticos retumbaban con una fuerza inusitada. ¿Qué estaba ocurriendo?
Había perdido un poco la noción del tiempo pero creía que ese día tocaba jugar la final. La verdad es que era una auténtica desgracia entre las de su gremio porque siempre en esos momentos los golpes eran más duros. Lo sabía bien porque no era la primera que protagonizaba, así que no debía sorprenderla aquello que la rodeaba. Pero sí, algo diferente estaba ocurriendo. ¿Y cuál era aquel canto? No recordaba haberlo oído nunca en una final.
Entre vuelo y vuelo intentaba ver la pantalla para saber si estaban enfocando algo en especial. La primera imagen ya la llenó de asombro. En esas tierras nunca había visto tanta mezcla de colores. Pero no de las camisetas sino de las pieles. Bajo las mismas banderas coloridas podía vislumbrar los rostros de las gentes que entonaban aquel bello canto. Rostros que antes se miraban unos a otros con rabia, con ira o con miedo, ahora se sonreían y juntaban sus voces para hacer sus ánimos más fuertes.
Y entonces pudo verle. Parecía un hombre sencillo. Nada fuera de lo normal. Sólo era un hombre negro vestido con una camiseta verde con algún trazo dorado. Su cabeza la cubría una gorra de los mismos tonos haciendo sombra a una sonrisa que delataba su bondad. Aquel hombre parecía ser el autor de todo aquello. Él era el culpable.
Aquella simple pelota no podía saber que ese hombre que se había pasado 27 años de su vida en una celda minúscula soñando con aquel momento, había conseguido enterrar los deseos de venganza desde su propio perdón. Había logrado enseñar a su pueblo que, ante la adversidad y el dolor, uno es el dueño de su propio destino, de su mente y de su alma.

Más allá de la noche que me cubre
negra como el abismo insondable,
doy gracias a los dioses que pudieran existir
por mi alma invicta.
En las azarosas garras de las circunstancias
nunca me he lamentado ni he pestañeado.
Sometido a los golpes del destino
mi cabeza está ensangrentada, pero erguida.
Más allá de este lugar de cólera y lágrimas
donde yace el Horror de la Sombra,
la amenaza de los años
me encuentra, y me econtrará, sin miedo.
No importa cuán estrecho sea el portal,
cuán cargada de castigos la sentencia,
soy el amo de mi destino:
soy el capitán de mi alma.

martes, 16 de febrero de 2010

Hierro

En realidad esto no va a ser una entrada sino un parte médico. Quería que quedase constancia en este mi otro espacio de algo que está marcando mis últimas semanas. El señor Hierro ha decidio abandonarme y quedarse sin reservas para mi desgracia y la de los que me rodean. Puede parecer una gilipollez pero si me vierais ahora mismo entenderíais la incomodidad de esta situación.
Después de aguantar toda la jornada laboral, supongo que con un extra de adrenalina, mi cuerpo se va apagando hasta que se queda hecho una piltrafa. Qué decir de los mareos, dolores de cabeza y demás. Y a pesar de la pastillita que me tomo hace 7 días, alimentos ricos en hierro y aquellos que ayudan a asimilarlo... ningún cambio.
De verdad, que nunca os pase esta tontería porque, será eso, una chorrada a la que nadie da importancia, pero está condicionando mi vida de tal manera que marca su ritmo diario. O su no ritmo en este caso. Espero poder volver dentro de unos días con más y mejores ánimos...

miércoles, 27 de enero de 2010

¿Planes?

Es curioso como a veces, imbuidos por los esquemas estáticos de los que nos rodeamos y que nosotros mismos establecemos como inamovibles, vamos construyendo planes diarios, semanales, mensuales e incluso anuales, sin darnos cuenta de que es una estupidez. Hablamos muchas veces de la fragilidad que supone el estar al alcance de un hecho no previsto que nos puede cambiar la vida en una milésima de segundo. No importa que sea un accidente, que es lo que todos tenemos en mente, sino basta que sea un dolor con el que no contábamos, un imprevisto incómodo o, por qué no, una tragedia.
Un día como hoy, 27 de enero, estaba dispuesta a llevar a cabo un plan vespertino que no he podido realizar. Y uno a veces ante un hecho como éste que, sin datos para analizarlo con detenimiento, podría pasar sin inmutarse, se da cuenta de que quizás no se quede en un hecho aislado. Quizás un día ese hecho sin supuesta importancia se convierta en permanente y decisorio para que nunca más se atreva a hacer planes sin pensarse dos veces si podrá llevarlos a cabo.
Y es en estos momentos cuando yo me planteo si vale la pena ... dejar de vivir las cosas con la intensidad que deseamos sólo porque nos sentimos incapaces de llevarlas a cabo. ¿No serán simplemente excusas, pereza, desidia o egoismo? ¿No será que nos da miedo no ser capaces de soportar sentir con tanta intensidad la felicidad y el dolor? ¿No será que es más fácil vivir de la manera más sencilla sin arriesgarnos a ponernos en peligro o en evidencia? Pero qué triste, ¿no?, que cobardes y simples somos.

miércoles, 13 de enero de 2010

La silla (2ª parte)

Ahí estaba otra vez. Hoy ella se había convertido en la protagonista de esta historia. Su mirada era más desafiante. Además se había aliado con otro compañero, un libro que había introducido en el cajón de su propia mesa. Así, invadiendo directamente el territorio más íntimo del enemigo. Atacando desde dentro. Y claro, no era sólo un libro. Eran palabras cargadas y dispuestas al ataque sin ningún tipo de compasión.
La batalla no fue larga ni ardua. Las fuerzas no estaban repartidas ni compensadas. Las defensas estaban más bajas desde hacía unos días y pudo con ella. Sí, esta vez lo consiguió. Logró su propósito en lo más temprano de la mañana: hacerla llorar. Y en estas situaciones inhóspitas era mucho más difícil de lo normal. Eso era una evidencia.
Pero parece que, pasadas las horas, se fue apiadando un poco de ella. Fue rebajando la presión y enviándole palabras que la hicieran sentirse bien. ¿Compasión? Quizás. Es difícil de saber. Nadie puede adivinar lo que piensa una silla. Sólo sé lo que parecía haber ocurrido: su dolor era tan sentido que lo percibió en la distancia. Y decidió dejarla descansar... hasta la próxima batalla.

jueves, 7 de enero de 2010

La silla

Siempre había pensado que no soportaría ese vacío. Sólo era una silla. Únicamente eso. Pensaba que el observarla vacía se le haría excesivamente duro. Pero allí estaba ella. Desafiante en su simplicidad. Retadora. Buscando su sensibilidad, la evocación del recuerdo. Y no lo estaba consiguiendo. ¡Es cierto! No estaba ganando.
La pregunta debe ser por qué. Pero es difícil de contestar, ¿no? Su rudeza, su silencio, su presencia, en otro momento seguro que le hubiera resultado como mínimo agobiante. Encarnaba aquello perdido en poco tiempo, el sentimiento apagado, las ilusiones pasadas. Eso era ella. Sólo le faltaba echarse a reír en su cara y vomitando un ¡ya te lo dije!
Cuántas veces le habían explicado que a veces es incompatible un querer con unas circunstancias, con un momento y un espacio, y que simplemente debía dejarse marchar. Otras tantas no lo creyó. Pero era así. Por eso estaba ganando la batalla, por eso no iba a permitir que le hundiera. No tenía la culpa de su vacío y tenía que sobrevivir. Como tantas otras veces. Como a tantos otros vacíos. Era la historia de su vida. Y esa silla no iba a ser una excepción.