domingo, 26 de julio de 2009

Cierre?

Es difícil de explicar. Hace unos días empecé mi segundo relato. Conseguí escribir 2 páginas en 2 días diferentes. Pero ahora soy incapaz de seguir. No creo que vaya a ser incapaz siempre, simplemente lo soy ahora. O no. Pero no puedo.
Hoy hace un año que nos mudamos. Decir la típica frase "cómo pasa el tiempo" sería eso, típico, que no inadecuado. La verdad es que han pasado muchas cosas durante este año. Y lo curioso es que he aprendido de todas de una manera que a mí misma me sorprende. Me siento mejor. Hace un tiempo era incapaz de procesar los acontecimientos que se iban sucediendo en mi vida y convertirlos en experiencias más o menos provechosas, pero con sentido. Cada día ocurre algo de lo que podemos aprender. Eso es algo que he entendido este año de una manera más didáctica.
Ahora mismo, a esta hora, si tuviera que decidir qué hacer con este blog diría que cerrarlo. Es cierto. Hoy tengo una sensación de vacío extraña con respecto a la escritura. Lo digo, simplemente, porque aún no sé qué hacer. Puede que mañana crea que lo que he aprendido durante este año es que debo seguir escribiendo pero hoy no lo veo así sino todo lo contrario. Ésa soy yo. No es una cuestión de negatividad o de bajón... Lo que realmente he entendido este año es que escribo cuando siento. Y eso me hace preguntarme ¿seré capaz de sentir siempre para poder escribir? Que soy una persona extremadamente sensible es una obviedad. Pero, soy consciente del daño que me hace a veces escribir sobre ello? En varios momentos en que me he puesto a transcribir un sentimiento poderoso me he quedado en una situación lamentable para mí.. Vale la pena? Eso es lo que me tengo que plantear.
Ya os contaré. O no...

miércoles, 15 de julio de 2009

Autenticidad

Hace más días de los que desearía que no paso por aquí. No es ninguna excusa pero quería reforzar mi dedicación "escritora" en el relato que tengo en mente... Y curiosamente sigo dándole vueltas y sin escribir ni una palabra. Eso sí, en estas vacaciones he retomado mi afición lectora, o mejor dicho, el ritmo lector que deseaba recuperar hace tiempo. Lo necesitaba.
Hoy, curiosamente, que no tengo un gran día (sobre todo por cuestiones físicas centradas en un persistente dolor de cabeza que me persigue desde el mediodía) me he decidido por desbloquear el blog sin un tema concreto al que dedicar esta entrada. Y así, improvisando, se me ocurre algo ¿somos sinceros realmente en nuestras relaciones diarias? ¿No os sorprendéis muchas veces haciendo esfuerzos por mantener situaciones sociales, e incluso personales, que no os convencen pero que, simplemente, tampoco tenéis el coraje de eliminar?
Supongo que la respuesta general sería que sí, por lo evidente, pero a veces me pregunto hasta qué punto vale la pena. Me sorprendo perdiendo el tiempo en circunstancias y con personas a las que, desde la profundidad de quien soy, no dedicaría ni un minuto. Y no me refiero al contexto laboral que supone una obligación por sí mismo. No sé. Yo creo que nos forzamos a ser amables o a mantener las formas con gente que no nos aporta nada para no parecer unos bordes y seguir con los esquemas prefijados como normales por esa maldita mayoría tan odiada por mí. Es más, esa absurda dedicación me quita un tiempo muy valioso que podría dedicar a otras muchísimo más interesantes y enriquecedoras.
Mi situación es de privilegio, como no me canso de decir. Exceptuando las horas que, como todo el mundo, debo dedicar al trabajo, y gracias al esfuerzo realizado con anterioridad, puedo dedicar mi tiempo libre a lo que se me antoja. Observo, continuamente y en mi contexto más cercano, a personas que no tienen esa opción. Pero también veo cómo ellas mismas se imponen tareas inútiles. Y no me excluyo, evidentemente. Me preocupa que la gestión del tiempo no observe las prioridades que deberían ser las reales, las auténticas, como es estar con la gente que realmente queremos (no me he cansado de repetirlo últimamente), o hacer las cosas que nos llenan. Pero bueno, como siempre le doy vueltas a cosas que me temo que sólo me planteo yo y que, por tanto, pueden resultar inútiles... o no. Una propuesta: fijaos mañana en la cantidad de tiempo que perdéis en personas y cosas inútiles en vuestra vida pero por vuestra propia imposición y no por obligaciones laborales. Ya me contaréis...

martes, 7 de julio de 2009

2 días

Esta mañana he tenido un pequeño susto. Reventón en medio de la autopista y por el carril de la izquierda. He tenido que ir rodando con la llanta hasta la derecha... Bueno, no os voy a contar todo el proceso. El caso es que después de volver a casa y pegarme una ducha le he empezado a dar vueltas a la cabeza. Qué raro, no? Puede que sea una tontería pero he empezado a pensar... qué hubiese pasado si hubiese sido una rueda delantera? Y si me enviste un coche por detrás (a 120 kilómetros)? Bueno, puede que sean neuras de las mías, pero no deja de ser una posiblidad.
Y que os voy a decir que no sepáis ya. Que la vida son dos días. Por supuesto. Pero sabéis lo más fuerte? Que he empezado a pensar en cómo repercutiría en mi gente el que yo dejase de existir. No es una cuestión de egocentrismo. Simplemente me he dado cuenta de que habría varias personas que no lo superarían nunca. Igual que yo no soportaría perderlas. Algunas ausencias, aunque dolorosas porque todas lo son, las vas asimilando. Pasa el tiempo y en cierta manera vas viviendo con ello hasta que se transforma en parte de tu memoria. Pero otras estoy convencida de que te marcan de por vida. Nunca podrás ser la misma persona sin ellas porque forman parte de lo que tú eres.
Pues desde esa reflexión sé que para algunos de vosotros sería una pérdida que superaríais. Con dolor, lo sé, incluso mucho. Pero, es normal, vuestra vida seguiría y al pasar el tiempo muchos días no os acordarías de mí. Incluso durante meses o años. Es ley de vida.
Pero otros... incluso algunos de los que no están aquí... Me duele más pensar en que os dejaría solos porque al fin y al cabo yo ya no me enteraría de nada.
Es cierto que, como ya habréis comprobado, últimamente estoy algo obsesionada con el tema de las pérdidas y de la muerte. Hoy no pretendía escribir una entrada de cierto componente literario para explicar de una forma algo prosaica una anécdota o una reflexión. Hoy simplemente os animo a hacer algo que por obvio no deja de ser necesario recordarlo. Cuidad a los que queréis. No dejéis que se alejen de vosotros. Y si los necesitáis cada día no dejéis de acudir a ellos, a pesar de lo que nos condiciona la vida, la cotidianeidad. No cuesta tanto dedicar media hora al día a escribir un correo o a hacer una llamada. Si realmente queréis a alguien intentad tenerlo cerca de la forma que sea posible. Intentad no dejar de ver su rostro ni una semana de vuestra vida si es posible. Lo sé, soy una pesada con este tema, pero, de verdad, que alguien me diga si hay algo más importante en la vida. Yo creo que no. Esto dura 2 días.

viernes, 3 de julio de 2009

Balanza

Otra vez Grey. Y otra vez el tema de la anterior entrada. Reconozco que me está obsesionando más tiempo del debido. Pero el asunto se lo merece. Porque, en definitiva, qué somos? por qué estamos aquí?
Hace mucho tiempo, exactamente cuando tenía unos 6 años, le hice esas preguntas a mi madre. La pobre puso cara de susto y me respondió con lo que ella tenía: la fe. Entonces me sirvió. Hoy tengo 33 y ya no me sirve. Es lo que tiene crecer para muchos. Te planteas tantas cosas y a un nivel de complejidad tan elevado que las respuestas sencillas y sin fundamento racional se desvanecen entre los dedos. Y aquí llega el señor sufrimiento. Porque en eso se resume todo, en poner en una balanza todo lo horrible y todo lo bello y hacerlo oscilar. Por su propio peso. Hacia dónde caerá? Pues unos días hacia un lado y otros hacia otro.
Pero tranquilos, no me voy a poner drámatica. Sigo pensando que hay más cosas positivas que negativas. Al menos en mi mundo, en la vida que me ha tocado vivir. Soy uno de los privilegiados del primer mundo. Además, mi esfuerzo me ha procurado una vida que hoy es fácil y tengo gente maravillosa a mi lado. Ahí, ahí está la clave. Tengo a gente maravillosa a mi lado. Toda esa gente que quiero tanto que sufro pensando en su posible pérdida.
El gran tema. Las pérdidas. Un amigo me ha hecho pensar que quizás no vale la pena tener hijos. Puedes sufrir como un puto perro (perdón por el símil) si tienes un hijo y no está bien. En cualquier sentido. Es cierto. Me he planteado millones de veces si sería capaz de soportarlo. Pero no son sólo los hijos. Es todo. Se puede soportar la pérdida? Muchos de vosotros me contestarías mejor a esta pregunta de lo que lo puedo hacer yo. De hecho a veces os miro y me provoca admiración ver como seguís en la lucha después de ese dolor. Durante ese dolor. Nunca me atrevo a preguntaros por miedo a haceros sufrir más... Pero me fascina y os observo con toda la admiración que puedo acumular.
Por tanto, y si consigo una conclusión voy a intentar escribirla: amar nos hace sufrir, pero pesa más en la balanza. Infinitamente más. Y voy a arriesgarme a sufrir por los que quiero porque les quiero demasiado para dejarles ir, para huir de ellos. Y si tengo la suerte de encontrar más gente a la que querer, aunque con la que tengo confieso que ya me siento plena, seguiré apostando por ese lado de la oscilación. Porque este mundo no es nada sin los lazos de los que os hablaba. Aunque a veces te hagan añicos el alma.