martes, 11 de mayo de 2010

Ser de cristal

Hay dolores mucho peores que los físicos. Eso lo aprendí hace tiempo. Y a pesar de que estos últimos me están castigando demasiado últimamente, sigo reafirmándome: es mucho peor el psíquico, el emocional. Hoy he vuelto a llorar por querer demasiado y darme cuenta de que me he equivocado.
La persona que mejor me conoce siempre me dice que soy de cristal. Ni siquiera la gente que cree saber quién soy es consciente de lo frágil que puedo llegar a ser. Una palabra dicha con más rabia de lo normal, la indiferencia a la emoción, un rechazo por mínimo que sea, un cambio de tema cuando se está hablando de sentimientos, una conversación inacabada y sin solución, cosas que para la mayoría no son importantes a mí me van quebrando por dentro y llenándome de dolor.
Por eso las lágrimas. Porque duele. También se piensan que porque vierta muchas no son sentidas. Pero duele ser de cristal. Tanto que a veces preferiría romperme ya en mil añicos para no sentir más este sufrimiento.
Pero este ser de cristal también es transparente. Puede ser complejo pero se le ve venir. Si se le presta atención se puede observar muy bien cuándo se está resquebrajando, cuándo está a punto de partirse, cuándo no aguanta más el dolor. Y, por supuesto, siempre y por encima de todo, necesita los cuidados que él mismo da, la belleza que él mismo transmite, la nitidez, la honestidad. Porque nada se esconde en él, ni para bien ni para mal. Cuando te deja entrar ya no hay vuelta atrás: todos sus secretos se vislumbran claros y enérgicos.
Hoy se me ha roto otro trozo y me ha hecho pensar que voy a tener que ser más egoísta y protegerme de aquello que me duele. No sé si lo conseguiré porque realmente lo que deseo es que, simplemente, no me vuelvan a hacer llorar.

No hay comentarios: