sábado, 27 de marzo de 2010

El click

Estoy en las últimas pero me apetece contar algo. No sé si las formas serán las adecuadas, pero como este espacio es mío a quién le importa.
El click. Así llamo yo a algo que no sé si os ha pasado alguna vez. Me suele ocurrir con las personas, pero supongo que también se podría aplicar a algunos hechos o circunstancias. Se produce cuando algo que creías correcto, bueno o incluso hermoso, de repente un día te das cuenta de que no lo es tanto. Se rompe algo en tu cabeza. Es como si se desprendiera, pero desde el conocimiento antes autonegado de que ya estaba roto. Os habrá ocurrido más de una vez que os autoengañéis con algo o con alguien, ¿no? Es como si lo quisierais tanto que negarais la evidencia, incluso el hecho de que os estuviera haciendo daño. Y mucho. Pues ese momento en el que os dais cuenta de la auténtica realidad es el click.
A veces puede ser una palabra, un hecho o una omisión. La última creo que es la que más duele. Ésa sí es con personas. Es cuando te das cuenta de que te han fallado. Pero sólo pasa con ésas a las que has dado muchas oportunidades, porque si no no es un click, es una simple putada. El click duele más, pero no en el momento en que se produce, sino al día siguiente. Porque es cuando sabes que no hay marcha atrás. Esta vez no. No valdrán excusas ni las famosas circunstancias. Ya no se puede hacer nada porque esta vez no tiene arreglo: se ha roto en pedazos...

PD: Esta entrada la escribí hace una semana aunque la haya publicado hoy. Ahora mismo me cuesta escribir una frase bien encadenada... Como sigo pensando lo mismo, ahí queda.

jueves, 11 de marzo de 2010

Circunstancias

Cuántas veces nos escudamos en ellas para dejar pasar momentos de la vida, personas, que nunca volverán. Cuántas veces hemos creído profundamente que nos daban la base suficiente como para refugiarnos en ellas y escondernos de todo aquello que creíamos excluyente. Esas circunstancias eran lo más importante, tenían un gran peso, nadie lo discute, pero nos dejábamos todo lo demás, fuese lo que fuese.
Ellas siempre pasan. Siempre. Un buen día desaparecen, las superamos o nos superan, pero desaparecen. Y nos volvemos a mirar atrás y vemos los restos de todo aquello que dejamos. Esos momentos que nunca volveremos a vivir, esas personas de las que nunca volveremos a disfrutar. Es cierto. Por poco que nos guste todos hemos perdido cosas por hacer prevalecer una circunstancia de nuestra vida que nos ha cegado ante todo lo demás.
Pero voy a enfocarlo de otra manera: hace 6 años 191 personas dejaron de existir, y con ellas todas sus circunstancias. 191 personas dejaron de hacer todo aquello que iban a hacer durante el resto de su vida. Pero también todo aquello que pudieron haber hecho en su pasado y no hicieron. Quizás deberíamos dedicar unos segundos de nuestra vida, hoy 11 de marzo, a dejar las circunstancias a un lado y pensar si se nos está olvidando algo importante, algo que deberíamos hacer hoy mismo, algo que deberíamos decir hoy mismo. Pensadlo por un momento, si me permitís que os lo diga. Quizás aún podáis recuperar algo que estéis perdiendo. Quizás aún podáis evitar o arreglar un error. O quizás ya sea tarde.

sábado, 6 de marzo de 2010

Impaciencia

Supongo que la paciencia no es una de mis virtudes. Bueno, más que suponerlo digamos que lo sé. Ayer me pasaron ese líquido marrón al cuerpo, a mis venas, y pensé: éste es el principio de la recuperación. Me sentía algo mejor y, como siempre, esa pequeña sensación me hizo pensar que ya era capaz de algo más. Quizás podría hacer funcionar un poco a mi cuerpo. Quizás éste fuera capaz de algo que hace un par de meses era cotidiano y hace dos días imposible. Supongo que alguien más sensato pero también menos cansado de tanto cansancio no hubiera pensado igual. Pero estoy tan harta... Así que me equivoqué y llevo 24 horas sufriendo las consecuencias de un error.
He sentido rabia, tristeza e impotencia. Cuando te sientes atrapada en un cuerpo que no responde ni a la simple orden de ponerse en pie la sensación de inutilidad puede ser espantosa. Pero creo que ésa es precisamente la causa de que ayer me creyera un poco más capaz, de que apostase por emprender una insignificante y ridícula actividad cotidiana.
Y encima hoy es nuestra aniversario de boda. Seguramente el peor que he tenido hasta ahora, pero seguro que vendrán mejores. Lo siento cariño. Al menos podemos estar juntos y sé, sabemos, que eso es lo que importa.