martes, 4 de enero de 2011

Biutiful

Tendrá razón Bécquer y las cosas hay que escribirlas en frío. Pero no es mi intención escribir algo bello o digno de leerse. Desahogarme. Eso es lo que hago últimamente cuando escribo. Y la verdad es que ahora mismo no sé por dónde empezar para quitarme este ahogo que tengo.
No se trata de una película lacrimógena. Ya pensaréis algunos "¡aquí está la llorona otra vez con sus dramas!". Pues no, no se trata de eso. Si os digo que la vida es una mierda diréis que ya lo sabíais. Si afirmo que el sistema no funciona me tacharéis de sabiondilla. Bueno, cuando vayáis a ver esta historia ya me contaréis si no salís reafirmados en esas ideas.
La sociedad en la que vivimos es un monstruo que hemos construido a base de este supuesto sistema capitalista que rige, no sólo el primer mundo, sino todos los demás que no son más que sus víctimas. Recuerdo cuando veía hace muchos años a los antisistema por la televisión y pensaba que eran cuatro locos con tintes de rebeldía que no creían en nada porque no sabían luchar con los elementos que nos daba la democracia. Ahora me gustaría saber dónde se reúnen para unirme a ellos. Nada funciona como debería y sólo nos queda la revolución... Pero ¿alguien me tomaría en serio si dijese esto en otro contexto más amplio?
No me voy a unir a los que dicen que todos son iguales. Aún pienso que hay gente que merece la pena. Pero están tan escondidos entre las minorías de las minorías y me siento ahora mismo tan cercana a ellos que creo que me voy a esconder en mi mundo, esa burbuja que me he creado, para no volverme loca en esta mierda de sistema que nos engulle y así intentar ser feliz desde dentro, desde mí misma. Fuera queda poco en lo que creer.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

La máscara

Érase una vez una niña preciosa cuyos ojos reflejaban una inteligencia poderosa y una simpatía extraordinaria que hacían enloquecer a todos los que la miraban. Pero la timidez y la inseguridad la fueron venciendo hasta que poco a poco se fue cubriendo de una máscara que la afeaba sólo ante sus propios ojos. Cada vez que se miraba al espejo únicamente era capaz de ver un rostro deformado que provocaba su propio rechazo.
Poco a poco ella misma fue proyectando esa máscara hacia el exterior de tal manera que todos los que la envidiaban por su belleza e inteligencia la iban reforzando creando una capa más gruesa e inaccesible. Pasaron los años y la ya mujer no era capaz de recordar su propio rostro. Sólo existía la máscara y era tan real que no se cuestionaba su inexistencia.
Pero un día todo cambió. Alguien le recordó esta historia y fue capaz de entender que aquél no era su rostro sino uno que había ido construyendo. Esa persona fue poco a poco ayudándola a romper los trozos con mucho cuidado de manera que iba descubriendo sus rasgos. Hasta que finalmente pudo hacer surgir sus ojos y al mirarse al espejo no pudo reprimir el llanto. Era tan bello lo que estaba contemplando que no podía creerse que estuviera viéndose a sí misma.
Y ese día que es hoy esa nueva mujer supo que todos aquellos que cuando la miraban envidiaban su belleza, su simpatía y su inteligencia sólo eran aquellos seres despreciables que a través de los años habían ocultado su rostro para intentar que nadie pudiese disfrutar de él.

viernes, 5 de noviembre de 2010

AMOR

Cuando no importa hablar y al hablar todo es nítido. Cuando todas las piezas encajan con la máxima precisión. Cuando sientes que ya has encontrado la razón de tu existencia porque la tienes ante ti todos los días, vives con y por ella sin importarte nada más que ella, sólo ella y después nada. Cuando tú te haces más grande con su reflejo, con su mirada, con sus palabras, con su sonrisa, porque eres tú mismo en toda tu esencia, sin dobleces, si ataduras, sin trampas. Cuando sabes que vivir de verdad, como poca gente lo consigue, es esto, amar sin condiciones y ser amado como jamás soñaste que podrías serlo. Cuando todo esto existe, lo vives, no importa nada más, no necesitas nada más, porque ya lo tienes todo. Los problemas no son problemas, las debilidades desaparecen, las fuerzas renacen a cada instante, desde la propia felicidad que supone haber encontrado algo tan grande.
Es cierto, no importa hacer regalos materiales. Quizás me haya costado 9 años entenderlo pero lo conseguí. La luz es muy potente. Tenías razón. Porque no hay mayor regalo que el que tenemos, querernos, y todo lo demás es sólo miseria. Cada día a tu lado es un regalo. Cada día que crezco contigo me siento más fuerte, más capaz de todo. Porque sólo tú sabes cómo soy y sólo yo sé cómo eres. Porque los dos somos el mejor equipo que pueda existir y siempre lo seremos. Porque miro a mi alrededor y sólo veo sucedáneos de lo que tenemos. Me siento una gran privilegiada pero sé que los demás no lo saben, no conocen lo que es sentir poder morir en este momento en la más absoluta de las alegrías, sabiendo que todo ha valido la pena porque te he conocido, me has permitido amarte y me has amado de una manera que jamás pensé que podría ni siquiera existir.
Espero que mis regalos sean lo que yo te doy hoy: los muchos días que quiero pasar a tu lado pronunciando la única palabra que tiene sentido en este loco mundo en el que vivimos mirándonos a la cara y sabiendo que todo da igual porque estamos juntos, TÚ.

lunes, 11 de octubre de 2010

Inercias

Cuántas veces, si nos paráramos a pensar, nos daríamos cuenta de que lo que creemos decisiones son simples inercias. Realmente, ¿hemos tomado muchas decisiones en nuestra vida o hemos dejado que las circunstancias lo hicieran por nosotros?
Creo que cuando en verdad empezamos a darnos cuenta de que estamos empezando a hacerlo, a decidir, podemos mirar a nuestro alrededor y comprobar que la mayoría no hace más que dejarse llevar. Lo que llaman vida es un suceder de acciones en el que, como mucho, escogieron levantarse de la cama y seguir en ella dejando que todo ocurriese sin más. Creen haber escogido sus amigos, sus estudios, sus trabajos, sus parejas, sus hijos, ... ¿De verdad se lo creen? Sí, por lo que veo sí. Pero tienen los amigos que se encontraron y que simplemente estaban ahí cuando vivieron determinadas circunstancias, llámale colegio, instituto, carrera, marchas, sin haberse cuestionado nunca qué les une, qué comparten, por qué siguen con la farsa, con la inercia. Estudiaron lo que más o menos les dijeron, o no les dijeron, lo que los demás hacían, lo que quedaba, lo que sonaba más guay, sin reflexionar si realmente aquello les gustaba para llenar un futuro o, más que eso, un conocimiento anhelado. Trabajan, si pueden, en aquello que apareció en sus vidas un día porque estaban en una bolsa, en una ETT, conocían a alguien, aunque fijaos que esto hasta me parece bien en los tiempos que corren (otro tema: ¿realmente es importante el trabajo fuera lo que supone de simple sustento para poder vivir realmente?). Lo que llaman amor es una relación de incluso bello inicio pero desarrollo imaginario y fabulado y fin en la mirada de dos desconocidos que ni comparten metas, ni ideología, ni intereses, ni la misma manera de amar. Y tienen hijos... sin saber, sin haberse planteado nunca, qué significa tenerlos.
Me siento muy afortunada porque hace un tiempo empecé a decidir. Y, por encima de todo, quise que estuviera a mi lado sólo la gente que realmente quería que estuviese con muchos momentos de soledad, de dolor, de ansiedad, y finalmente de alegrías. A veces cuesta mirar a alguien a los ojos y ver que no te interesa lo que te ofrece. Puedes tenerle mucho cariño, incluso quererle, por qué no, pero saber que no te hace feliz estar a su lado, tenerle en tu vida, por muy diversos motivos. Y siempre resulta maravilloso observar a los que amas, "aunque" sean muy pocos, y sentir que con ellos tu vida está tan llena de sentido que no necesitas nada más para ser feliz. Yo he encontrado el sentido de mi vida en mi propia afirmación como persona, queriéndome a mí misma, y no lo hubiese conseguido si no hubiese decidido quién quería que estuviese a mi lado para compartirlo.

lunes, 20 de septiembre de 2010

El principio del fin

Muchas veces deseamos algo con tanta fuerza, creemos que será tan maravilloso conseguirlo, que estamos seguros de que, si algún día lo logramos, seremos las personas más felices del mundo. Recuerdo muchos de esos momentos. También vividos por personas cercanas. La verdad es que siempre suele pasar lo mismo: has invertido tanto tiempo y esfuerzo en alcanzar esa meta, has sufrido tanto hasta llegar allí, que cuando lo consigues, cuando ya has llegado, todo es como... ¿ya está? ¿esto es todo? No hay tanta pasión ni tanto sentimiento. Uno se ha ido vaciando por el camino. La ilusión se ha transformado en lucha y la lucha en cansancio. Y a veces el cansancio puede ser tan fuerte que no te permite sentir nada más.
Algunos de los días más tristes de mi vida han sido aquellos en los que ETA ha matado. Tengo tantas escenas grabadas en mi mente que puedo cerrar los ojos y evocarlas sin dificultad. Recuerdo el dolor, su expresión, la rabia, la desesperación. Y sobre todo me acuerdo de la sensación de que aquello no acabaría nunca, de que no podría ver al final o que al menos llegaría tan tarde que ya ni recordaría todo lo sucedido.
Mañana parece ser que ETA va anunciar un alto al fuego permanente. En cualquier proceso de desarme terrorista cuando llega un día así se considera el principio del fin. Esta vez, escribiendo estas líneas, quiero ser muy consciente de lo que siento. Quiero asomarme a esas muchas escenas que hemos sufrido durante tantos años y evocar todo lo que hemos perdido, a todos los que se han ido y a los que se quedaron. No quiero olvidarme de nada ni de nadie.
Si todo va bien y esto realmente es el final, no quiero sentir esa sensación de cansancio. Nos ha costado demasidas lágrimas y demasiado dolor como para no disfrutar de este momento. Estamos mucho más cerca, quizás más que nunca. Puede que en no mucho tiempo toda esta sinrazón acabe y no haya más crímenes. Puede que éste sea el principio del fin y quiero darle el recibimiento que se merece: demos la bienvenida a la esperanza y a la paz. Aún quedan otros muchos frentes por los que seguir luchando.

domingo, 12 de septiembre de 2010

El tren

Supongo que nunca se sabe cuándo es el último o el que no deberíamos dejar pasar. Y ahí está la gracia.
Aquel día ella sabía muy bien que tenía delante uno al que se quería subir. Le gustaba el destino y el camino que debía recorrer para llegar. No es que fuese sencillo ni cómodo. De hecho era más bien duro. Pero podía fomar parte de un sueño y quería intentar alcanzar su parada final.
Cuando puso el pie en el primer escalón sintió un ligero mareo. Casi perdió el equilibrio. Por un segundo intentó agarrarse a alguien que le ayudara pero no encontró a nadie. La verdad es que le sorprendió porque esperaba buena compañía en ese viaje. Pero no era así. Estaba sola.
Aún así decidió continuar. No era un viaje directo. Tuvo que hacer diversas conexiones, replantearse la ruta, superar accidentes, baches, contratiempos. Aprendió tanto en el camino que descubrió en sí misma a alguien que no conocía.
Y finalmente, cuando llegó a su destino, recordó algo: muchos lo habían intentado y habían sucumbido en el viaje. La mayoría no había podido superar los problemas encontrados, aquellos que les cegaron el camino por el que debían avanzar. Pero ella, en cada dificultad, había recordado lo mucho que valía la pena el esfuerzo, la meta final. Y cuando al fin llegó, cualquier posible duda se esfumó ante la certeza de lo conseguido. Era feliz.

miércoles, 25 de agosto de 2010

25 de agosto

Sólo puedo repetir lo mismo que hace un año, abuelo. Te echo mucho de menos.

http://despiertelalmadormida.blogspot.com/2009/08/mi-abuelo.html