lunes, 26 de julio de 2010

Monstruos

Ha habido muchas circunstancias en mi vida que me han hecho dudar de mí misma. A los que tenemos algunos problemas de autoestima o hemos padecido momentos vitales que nos han hecho sentir el rechazo o el abandono, nos resulta demasiado fácil percibir a veces que no somos aceptados tal y como somos. Pensamos que aquellos para los que creemos que somos importantes ya no lo sienten así por algo que hemos hecho o dicho y la culpa se cierne sobre nosotros como una losa.
Es entonces cuando nos sentimos muy muy pequeños. Nos da pánico que nos vuelvan a abandonar por ser como somos, por decir lo que pensamos o manifestar lo que sentimos. Nos produce terror volver a sentir el desgarro que supone tener que dejar de querer a alguien y volvemos a encerrarnos en nosotros mismos para intentar no volver a querer. Nadie sabe lo que se sufre con ello si no ha vivido nuestras experiencias o no tiene esa diferencia que nos hace para algunos ser especiales y para otros unos monstruos.
Cuando pasa un tiempo ese miedo se supera un poco y volvemos a intentar quitarnos la coraza para que alguien nos vea como somos. Pero es tan difícil que a veces parece imposible. Hay momentos de flaqueza en que vemos fantasmas donde no existen pero que se parecen mucho a otros que sí fueron reales. Y entonces se cierne la oscuridad y no hay salida.
Confianza. Qué difícil es entregarla y en qué hermoso regalo se puede convertir. Podemos pasarnos la vida sin darla, pero cuando lo conseguimos, cuando os la damos, intentad cuidadla. Nosotros, los monstruos, intentaremos dejar de parecerlo. Porque en realidad, si os fijáis bien, no somos más que unos niños asustados.

martes, 13 de julio de 2010

Mi serie favorita

Acabo de verla y me ha vuelto a dar una lección. Y porque me afectan tanto las cosas que la gente no me entiende, lo tengo que dejar por escrito. Para que se convierta en algo real que poder compartir.
Invertir nuestro tiempo, nuestra vida, en querer a los que queremos y en demostrárselo cuanto podamos es la mejor decisión que podemos tomar. La única que dará sentido a todo lo que vivimos. ¿No os dais cuenta? ¿De verdad podemos pasar el resto de nuestros días sin ser conscientes de ello? Vivimos minutos, horas, días, semanas, meses, años haciendo cosas inútiles, cosas que no significan nada. Claro que hay que trabajar para sobrevivir, para sustentarnos, pero para nada más. Y es la única obligación que debemos imponernos. Las demás que las marque nuestra ética. Pero además de ésa, lo vuelvo a repetir ¿cuántas veces cumplimos con compromisos que no deseamos?
Hace poco hablaba de ello con mi psicóloga, y el problema es qué ética definimos en nuestras vidas. Estoy harta de ver cómo a mi alrededor la gente construye un mundo de deberes que no tienen nada que ver con ser felices, con amar y ser amado. Nos parece mal dedicarle tiempo a alguien que nos dice que nos ama, pero podemos ver la televisión como pasmarotes durante horas, pasar días con gente que no nos interesa en absoluto, sólo porque pensamos que está bien así, porque lo hace todo el mundo, porque son "amigos" que hay que tener. Qué lógica tan aplastante.
Paso horas pensando. Sí, pensando. Hay gente que cree que es malo para la salud. Es muy posible. Pero yo me paso horas intentando entender qué hago mal, qué es lo que no me permite vivir en mi minoría sin que me afecte el mundo exterior. Y sé lo que es: son las obligaciones, los prejuicios y los esquemas que me impone el mundo y que no me gustan los que me están ahogando. Está mal dedicar el tiempo a quien nos ama y amamos de una forma que los demás consideran desproporcionada. Está mal decir que no a peticiones de nuestra familia y amigos de dedicarles tiempo en el que "simplemente" querías ser feliz con quien tú decidieras. Está mal sentir dolor al ver el telediario, llorar por el mal ajeno, expermientar la pena de los demás como propia, aunque sea la de personas que viven en países que nunca conocerás o en barrios en los que seguramente nunca vivirás. Está mal pensar en las minorías porque ellas no son la mayoría.
Sólo tenemos una vida y yo quiero seguir mi propia doctrina: quiero vivirla como yo quiero. No soporto que me impongan obligaciones que yo no he querido asumir, interpretar papeles que no me corresponden. A veces todo se resume en decirle a alguien "te quiero" y pasar todo el tiempo que podamos escuchando su voz, leyendo sus palabras, mirándola a los ojos. A veces todo se resume en un "yo a ti también". Y pensad que no hay tanta gente a la que se lo podamos decir. Quizás no sea tan difícil y costoso dedicarles nuestra vida.

Ya quisiera yo

Os iba a contar lo que me pasa últimamente, pero creo que no me voy a esforzar en decir lo que alguien ya ha escrito. Éste es mi problema de un tiempo a esta parte: no puedo aislarme de mi entorno y éste me hace sufrir de una manera poco común. Pero ya lo dijo Ismael Serrano:

Ya quisiera yo ser librepensador,
no oír el rugir de tripas de tantos, ni su llanto, ni su dolor,
establecerme correcto, filósofo, neutral, independiente,
manejarme bien con toda la gente.

Ya me gustaría a mí alinearme con los no violentos,
regalar flores, descalzo, arrancadas de algún tiesto,
sin tener que poner la otra mejilla para nadie,
a no ser amenazado por ningún indeseable.

El caso es que me afectan las cotidianas tristezas,
la de los supermercados, la del metro y las aceras,
también las que me quedan lejos,
las de los secos desiertos, las de las verdes selvas.

El caso es que me parecen buena gente,
algunos luchadores del ocaso,
que se parten el pecho por ser escuchados,
que morirán en alguna esquina, tiroteados.

Quisiera ser más listo, pasar de largo,
saberme libre de culpa y limpio de pecado,
y ser alma caritativa, Maria Goretti o santa,
sufrir sólo un poquito, sólo lo que Dios manda.

No entender de política, ni de sus actualidades,
convencerme que es red de araña, nido de alacranes,
y mutilar mi alma y mi esencia de animal social,
saberme superior a tanta frivolidad.

El caso es que me afectan demasiado,
la tristeza de los suburbios, el drama urbano,
saber que seremos caníbales dentro de poco
y que no habrá carne suficiente para todos.

El caso es que me afecta, quizá más de lo normal,
tener tanto miedo al cruzar mi portal,
ver que arde mi ciudad o que sangra el asfalto.
Quizá debería ver menos el telediario.

Quisiera ser más listo, adoptar bien la pose,
librarme de etiquetas, hasta la de hombre,
y entender que sólo yo me entiendo
y que no me entiende nadie,
ser un buen ciudadano formal y respetable.

Omitir de mis canciones
palabras como: compañero, obrero,
justicia, guerrilla, paz, hambre o miedo,
y hablar del amor, de cosas bonitas, de mis recuerdos,
contar alguna anécdota graciosa
de cuando era quinceañero.