lunes, 11 de octubre de 2010

Inercias

Cuántas veces, si nos paráramos a pensar, nos daríamos cuenta de que lo que creemos decisiones son simples inercias. Realmente, ¿hemos tomado muchas decisiones en nuestra vida o hemos dejado que las circunstancias lo hicieran por nosotros?
Creo que cuando en verdad empezamos a darnos cuenta de que estamos empezando a hacerlo, a decidir, podemos mirar a nuestro alrededor y comprobar que la mayoría no hace más que dejarse llevar. Lo que llaman vida es un suceder de acciones en el que, como mucho, escogieron levantarse de la cama y seguir en ella dejando que todo ocurriese sin más. Creen haber escogido sus amigos, sus estudios, sus trabajos, sus parejas, sus hijos, ... ¿De verdad se lo creen? Sí, por lo que veo sí. Pero tienen los amigos que se encontraron y que simplemente estaban ahí cuando vivieron determinadas circunstancias, llámale colegio, instituto, carrera, marchas, sin haberse cuestionado nunca qué les une, qué comparten, por qué siguen con la farsa, con la inercia. Estudiaron lo que más o menos les dijeron, o no les dijeron, lo que los demás hacían, lo que quedaba, lo que sonaba más guay, sin reflexionar si realmente aquello les gustaba para llenar un futuro o, más que eso, un conocimiento anhelado. Trabajan, si pueden, en aquello que apareció en sus vidas un día porque estaban en una bolsa, en una ETT, conocían a alguien, aunque fijaos que esto hasta me parece bien en los tiempos que corren (otro tema: ¿realmente es importante el trabajo fuera lo que supone de simple sustento para poder vivir realmente?). Lo que llaman amor es una relación de incluso bello inicio pero desarrollo imaginario y fabulado y fin en la mirada de dos desconocidos que ni comparten metas, ni ideología, ni intereses, ni la misma manera de amar. Y tienen hijos... sin saber, sin haberse planteado nunca, qué significa tenerlos.
Me siento muy afortunada porque hace un tiempo empecé a decidir. Y, por encima de todo, quise que estuviera a mi lado sólo la gente que realmente quería que estuviese con muchos momentos de soledad, de dolor, de ansiedad, y finalmente de alegrías. A veces cuesta mirar a alguien a los ojos y ver que no te interesa lo que te ofrece. Puedes tenerle mucho cariño, incluso quererle, por qué no, pero saber que no te hace feliz estar a su lado, tenerle en tu vida, por muy diversos motivos. Y siempre resulta maravilloso observar a los que amas, "aunque" sean muy pocos, y sentir que con ellos tu vida está tan llena de sentido que no necesitas nada más para ser feliz. Yo he encontrado el sentido de mi vida en mi propia afirmación como persona, queriéndome a mí misma, y no lo hubiese conseguido si no hubiese decidido quién quería que estuviese a mi lado para compartirlo.