lunes, 20 de septiembre de 2010

El principio del fin

Muchas veces deseamos algo con tanta fuerza, creemos que será tan maravilloso conseguirlo, que estamos seguros de que, si algún día lo logramos, seremos las personas más felices del mundo. Recuerdo muchos de esos momentos. También vividos por personas cercanas. La verdad es que siempre suele pasar lo mismo: has invertido tanto tiempo y esfuerzo en alcanzar esa meta, has sufrido tanto hasta llegar allí, que cuando lo consigues, cuando ya has llegado, todo es como... ¿ya está? ¿esto es todo? No hay tanta pasión ni tanto sentimiento. Uno se ha ido vaciando por el camino. La ilusión se ha transformado en lucha y la lucha en cansancio. Y a veces el cansancio puede ser tan fuerte que no te permite sentir nada más.
Algunos de los días más tristes de mi vida han sido aquellos en los que ETA ha matado. Tengo tantas escenas grabadas en mi mente que puedo cerrar los ojos y evocarlas sin dificultad. Recuerdo el dolor, su expresión, la rabia, la desesperación. Y sobre todo me acuerdo de la sensación de que aquello no acabaría nunca, de que no podría ver al final o que al menos llegaría tan tarde que ya ni recordaría todo lo sucedido.
Mañana parece ser que ETA va anunciar un alto al fuego permanente. En cualquier proceso de desarme terrorista cuando llega un día así se considera el principio del fin. Esta vez, escribiendo estas líneas, quiero ser muy consciente de lo que siento. Quiero asomarme a esas muchas escenas que hemos sufrido durante tantos años y evocar todo lo que hemos perdido, a todos los que se han ido y a los que se quedaron. No quiero olvidarme de nada ni de nadie.
Si todo va bien y esto realmente es el final, no quiero sentir esa sensación de cansancio. Nos ha costado demasidas lágrimas y demasiado dolor como para no disfrutar de este momento. Estamos mucho más cerca, quizás más que nunca. Puede que en no mucho tiempo toda esta sinrazón acabe y no haya más crímenes. Puede que éste sea el principio del fin y quiero darle el recibimiento que se merece: demos la bienvenida a la esperanza y a la paz. Aún quedan otros muchos frentes por los que seguir luchando.

domingo, 12 de septiembre de 2010

El tren

Supongo que nunca se sabe cuándo es el último o el que no deberíamos dejar pasar. Y ahí está la gracia.
Aquel día ella sabía muy bien que tenía delante uno al que se quería subir. Le gustaba el destino y el camino que debía recorrer para llegar. No es que fuese sencillo ni cómodo. De hecho era más bien duro. Pero podía fomar parte de un sueño y quería intentar alcanzar su parada final.
Cuando puso el pie en el primer escalón sintió un ligero mareo. Casi perdió el equilibrio. Por un segundo intentó agarrarse a alguien que le ayudara pero no encontró a nadie. La verdad es que le sorprendió porque esperaba buena compañía en ese viaje. Pero no era así. Estaba sola.
Aún así decidió continuar. No era un viaje directo. Tuvo que hacer diversas conexiones, replantearse la ruta, superar accidentes, baches, contratiempos. Aprendió tanto en el camino que descubrió en sí misma a alguien que no conocía.
Y finalmente, cuando llegó a su destino, recordó algo: muchos lo habían intentado y habían sucumbido en el viaje. La mayoría no había podido superar los problemas encontrados, aquellos que les cegaron el camino por el que debían avanzar. Pero ella, en cada dificultad, había recordado lo mucho que valía la pena el esfuerzo, la meta final. Y cuando al fin llegó, cualquier posible duda se esfumó ante la certeza de lo conseguido. Era feliz.